miércoles, 25 de noviembre de 2015

INÉS COGIÓ EL LÁPIZ

Sentada a la mesa, atenta, sin poder casi ni pestañear y con la boca abierta, embobada, durante tanto tiempo que a veces la lengua se le quedaba tan seca que tenía que ir corriendo a por un vaso enorme de agua y bebérselo del tirón. Inés miraba fijamente cada tarde como su hermano mayor cogía la libreta del cajón de la mesa, abría el armario de cristales de la cocina y sacaba con cuidado la caja metálica verde y dorada, la misma que una vez, hace mucho tiempo, había guardado las galletas de pasas que la abuela preparaba. En ella, se escondían las herramientas que Inés deseaba aprender a usar, aquellas que su hermano empleaba para crear los mundos que la pequeña niña le pedía cada tarde.

- Hermanito, me haces una princesa? ¿Y me haces un poney? ¿Y un pájaro bonito?

Cada tarde, sin faltar ni una sola, Carlitos dibujaba con esmero lo que la niña le decía y entre los dos, narradora y dibujante, creaban historias tan bonitas que si un escritor las conociese, seguro que intentaba robárselas.

Aunque Inés quería más, quería ser la que dibujase las historias, quería escribir ella los cuentos, quería crear mundos con sus manos, rellenarlos de color y poner a esa melodía de dibujos letra, su letra.

Pero ¿cómo hacerlo? Ella no sabía escribir. Había visto a su hermano hacerlo miles de veces, pero verlo no es lo mismo que hacerlo...
Quizás, si se lo pedía, a lo mejor Carlitos podría enseñarle....


Una tarde, la pequeña Inés se armó de valor y mirando a los ojos a su hermano mayor le dijo:
- ¡Hermanito, quiero aprender a escribir como tú! ¿Me enseñas porfaaaaa?
Carlitos, que estaba afilando los lápices de colores se quedó quieto. Levantó la cabeza con los ojos muy abiertos y respondió:
- ¿Lo dices en serio?
- Si, muy en serio. Me gusta que hagamos los cuentos entre los dos, pero quiero hacer más. Así tú podrías pasar más tiempo en las cosas que te gustan, no conmigo.
- A mí también me gusta estar contigo enana, pero creo que ha llegado la hora de que empieces a escribir sola.
- Y eso... ¿Cómo se hace?
- Pasito a pasito Inés, pasito a pasito.


La niña, siguiendo lo que su hermano le decía, cogió el lápiz suavemente y empezó a crear su historia.


" Érase una vez, una niña alta y delgada, que salió contenta de la peluquería recién peinada, con un precioso flequillo y su larga coleta.

Inquieta, la niña alta atravesó por un precioso puente,  que se levantaba sobre un río con agua de mil colores

No sabía por qué razón pero al atravesarlo, sin saber cómo, decidió dar un rodeo, por debajo del puente...

Embarcándose en un camino sinuoso, un sendero que no sabía adónde la llevaría..."



Sin saberlo, pasito a pasito, se había adentrado hacia un viaje maravilloso, lleno de aventuras, de amores, de príncipes y princesas, de monstruos, de magos, de héroes y de heroínas, un camino que, una vez iniciado, nunca más podría dejar. El camino de escribir las historias que todo el mundo quiere escuchar.
Este cuento está dedicado a todos los que seguís queriendo aprender a hacer algo y hacer de eso un motivo para regalar algo a los demás. También quiero darle a Inés Rivas las gracias por prestarme su nombre para darle cuerpo a esta historia.

lunes, 15 de junio de 2015

MARÍA, LA CUENTATODO

María es una niña especial, una niña de 8 años castaña y de ojos marrones. A simple vista nadie diría que es una niña especial, pero lo es. Es tan extraordinaria como una vaca púrpura en medio de un prado amarillo.

Os estaréis preguntando ¿Y qué tiene de especial?

Os lo contaré. 
A María le encanta contar todo. Cuenta desde que se despierta hasta que se acuesta.

Cuenta el tiempo que le queda para que su mami la llame para desayunar, cuenta las galletas que están en su plato de desayuno, cuenta las veces que se cepilla el pelo antes de vestirse, cuenta los pasos que hay desde su casa hasta el colegio, cuenta cuantos compañeros hay en clase y cuantos faltan, cuenta  los guisantes que hay en el plato que le ponen a la hora de comer, cuenta sus muñecas, sus pelotas, sus piezas de puzzle y sus coches mientras juega, cuenta las veces que su papi llama a su hermano para que vaya a lavarse los dientes después de cenar, cuenta los cuentos que le cuentan antes de dormir y los besos que le dan y los que ella da y por supuesto, cuenta ovejas saltarinas antes de que empiece a soñar. Incluso hay noches que sueña que cuenta cosas.


Un día que no tenía colegio, mientras desayunaban en la mesa de la cocina, la madre de María le preguntó:

- María ¿cuánto nos quieres?

María se quedó callada, pensativa. Con lo que a ella le encantaba contar y nunca se había parado a pensar cuánto quería a sus padres y a su hermano. Sabía que era mucho, pero... ¿Cuánto era ese mucho?

No supo que contestar.

Podía decir 3, como las cucharadas de cacao que echaba en la taza de leche caliente del desayuno. Aunque pensándolo bien, la taza era muy pequeña. En el bote de cacao hay muchas más cucharadas.
Podía elegir 12, como los números que marca el reloj de la entrada. Aunque pensándolo bien, el reloj está en cada número dos veces para que pase un día.... ¿Cuántos 12 tendría que contar para llegar a 8 años?
Podía decir 54, como los peldaños de escaleras que hay desde el portal hasta la puerta de su casa. Aunque pensándolo mejor,  podría ser más, mucho más. Había más peldaños de escalera hasta los pisos de arriba, así que no escogió ese número.
Podía decir 432, como los pasos que hay desde la puerta de casa hasta la puerta del colegio, y son muchos... Aunque pensándolo mejor, ella iba caminando todos los días al colegio y no le costaba mucho, así que no serían tantos como el número que buscaba.


De pronto, un pensamiento entró de puntillas en la cabeza de María.
"Si no soy capaz de encontrar un número para saber cuánto quiero a mis padres y a mi hermano...." - Sus ojos se llenaron de lágrimas. - "... A lo mejor es que no los quiero".
Su madre, que aún estaba esperando una respuesta con una sonrisa pícara, cambió de repente de expresión, preocupada al ver a María llorar.
- "¿Qué te pasa princesa,  por qué lloras?

- Mamá, no consigo contar cuánto os quiero... ¿Quiere decir eso que no os quiero nada?

- No, no es eso princesita. Lo que pasa es que hay cosas que somos capaces de contar y hay cosas que no, porque son tan grandes que no hay números suficientes para describirlo. En la vida hay cosas que no se ven con los ojos, tienes que usar el corazón para verlas, para sentirlas. La bondad, el amor y la amistad, por ejemplo, no se ven, simplemente se sienten y se demuestran cada día.

- Entonces... Si alguien me pregunta algo que no puedo contar.... ¿Cómo lo cuento?

- Deja que el corazón te guíe y nunca te equivocarás. Si alguien me pregunta cuánto te quiero a ti, o a tu hermano, o a tu padre, yo no sabría encontrar las palabras, pero lo que siento hace que me preocupe por vosotros, quiera que estemos juntos, tenga ganas de besaros y abrazaros todo el rato... Y eso es así porque siento que, sin vosotros, no podría ser feliz. Y ahora... ¿Que harías tú para demostrarme cuánto me quieres?

María abrió los ojos y rió. - ¡Haría esto mami!

De un salto, se abalanzó sobre su madre tirándola al suelo, abrazándola con todas sus fuerzas y bombardeándola con besos.

- ¿Has visto María? Si dejas que tu corazón hable por ti nunca, nunca te equivocarás.


Las cosas realmente importantes de la vida no se pueden contar, pero eso no significa que sean poca cosa. Lo que nos rodea, lo que nos da energía, sólo se cuenta sintiendo. Ojalá que l@s contador@s de sentimientos se diesen cuenta de ello.

lunes, 25 de mayo de 2015

A DREAM COME TRUE



Standing, in front row, with his eyes open wide and unable to stop moving… Andy would give anything for being invisible and be able to cross the velvet rope, climb into the plane’s cockpit, turn it on, throttle and ride the air, feel the wind kissing his face, chasing the birds in their flight, going up and up until touch the sun.

But Andy was just a kid. What could he do?


He recalled the words of his father, who was beside him, holding his hand

If you want something with all your strength and you follow it, the universe will make it possible. I promise.

The boy clenched his fists, closed his eyes hoping his wish come true. He wished it so hard that everyone there, for a while, wished Andy could make his dream be real, like litten powder running towards the dynamite.

Andy could hear the litten powder’s sound burning faster and faster until…


BAAAAANG!!!!!!


The sound of fireworks exploding rumbled and the spectators turned back to see what was happening.

Then, Andy jumped the velvet rope and ran as fast as he could. His dream was waiting for him.



Espero que esta historia os ayude a comprender que, cuando deseas algo con todas tus fuerzas, el universo se las arregla para que se haga realidad.
Co-ganador del III International Literary Contest (Short-Stories based on Pictures) 

martes, 3 de marzo de 2015

LA HISTORIA DE POK


Erase una vez, hace muchos, muchísimos años, cuando la tierra aún estaba en pañales, en una era llamada Prehistoria, un cavernícola que se llamaba Pok.
Pok vivía sólo, siempre sólo, buscando las cuevas donde dormir, buscando animales para cazar, recogiendo fruta para comer y los sitios con agua para beber y pescar. Todo lo hacía sólo. Pok no tenía familia.

Un día, Pok llegó, bordeando la costa a unas montañas. Como era temprano, pensó que sería buena idea investigarlas, para buscar una cueva donde dormir esa noche. Muy despacio, escaló las montañas y divisó un grupo de cuevas. Desde donde estaba Pok, las cuevas parecían muy bonitas y espaciosas. Había muchas y estaban en dos sitios diferentes. Las que estaban más arriba eran 8, aunque al cavernícola no le llamaron la atención. Se fijó en las que estaban en la parte baja de la montaña.
De todas esas, Pok se interesó por una de ellas. Desde su posición podía ver que esa cueva era muy luminosa, tenía dos entradas protegidas del viento y la lluvia. Pero Pok se dio cuenta de una cosa, allí vivía una tribu de cavernícolas.

Pok tuvo miedo, porque nunca había hablado nunca con nadie. Desde su escondite, los observó con mucho cuidado, los contó, uno a uno, hasta llegar a 25. Eran 15 niños y 10 niñas.
Desde su escondite, el pequeño cavernícola se sentía seguro, observando a la tribu sin ser visto. De repente, escuchó una voz a su espalda:

- ¿Quién eres tú?
Pok se quedó helado. Se giró y descubrió una cavernícola que le miraba fijamente.
- Hola, me llamo Julik. ¿Y tú?
- Me, me, me… lla llamo Pok... - Titubeó el chico.
- Eres muy gracioso ¡jajajajaja! Ven, te presentaré a los míos.- Dijo Julik

La cavernícola agarró a Pok del brazo y lo arrastró en dirección a la cueva. Al llegar allí, Julik le empezó a contar la historia de la tribu, sus labores del día a día y en cómo se organizaban.
Los miembros de la tribu estaban divididos en grupos y cada uno de ellos hacían tareas diferentes.

Estaban los exploradores, que se ocupaban de vigilar el terreno y las manadas de animales para la caza. Pok aprendió de ellos a seguir los rastros de los animales y a dibujar mapas para luego poder encontrar diferentes cosas que la tribu escondía para épocas de necesidad. Pok les enseñó a saber cuándo iba a llover y cuando iba a hacer sol, y a encerrar a los animales menos peligrosos para poder cuidar luego de ellos.
En agradecimiento, los exploradores le regalaron a Pok semillas de una hierba que cultivaban, que servía para curar heridas y como aderezo de carnes.

También estaban los cazadores, los pescadores y los recolectores, que se encargaban de conseguir alimento para toda la tribu. Pok aprendió de ellos a organizar una partida de caza, a separar la piel de la carne y a usar la caña de pescar. Pok les enseñó a curtir las pieles para que durasen más tiempo, a tejer una red de pesca para conseguir más peces del río. 
Este grupo le regaló a Pok las semillas de la fruta que más le gustaba a la tribu, ideal para acompañar el pescado y la carne.

Estaban los arquitectos, que se dedicaban a mejorar las condiciones de la cueva para aprovechar el calor del fuego y a arreglar la humedad construyendo aislantes con paja y yeso. Pok aprendió de ellos cómo trabajar con esos materiales y el pequeño cavernícola les enseñó a hacer murallas para proteger mejor la cueva del viento y la lluvia. Entre todos descubrieron como transportar cosas pesadas de un lado a otro, utilizando unas piezas redondas a las que llamaron ruedas. 
En agradecimiento, los arquitectos le regalaron a Pok las semillas de una planta que hacía que la piedra más dura pudiese ser modelada como el barro.

Otro grupo eran los protectores y creadores del fuego, que sabían cómo hacer fuego de varias formas y lo vigilaban para que mantuviese el calor de la cueva. También se encargaban de buscar los materiales para hacerlo y mantenerlo, las piedras, la madera y la hierba seca. Pok aprendió de ellos su técnica y les enseñó otras que había visto a otros pueblos. 
Para darle las gracias, le regalaron a Pok un colgante con dos piedras, una de magnesio y otra de carbón, ideales para hacer fuego en cualquier ocasión.

Y por supuesto, estaban los artistas, encargados de decorar la cueva con dibujos de animales y de escenas de caza, adornar la piel de los cavernícolas con bonitos colores, inventar bailes y músicas y entretener a la tribu con todo tipo de juegos. También se encargaban de buscar los pigmentos a partir de la naturaleza, a partir de las plantas y animales. Pok aprendió de ellos la belleza que se puede contemplar con el arte, las mezclas y los materiales que usaban para hacer los colores. Pok les enseñó cómo crear pinceles con pelo de animal para hacer pinturas más bonitas y a realizar figuras con barro cocido o de piedra tallada. 
En agradecimiento, tatuaron la piel de Pok con los colores de la tribu y le dieron las semillas de las plantas y frutas que usaban para hacer los colores.

Durante un mes entero, Pok aprendió muchísimas cosas de la tribu pero, sobre todo, aprendió que una tribu es mucho más que un grupo de personas que viven juntas, una tribu significa palabras como familia, compañerismo, amistad, amor y colaboración. Así que, al día siguiente, decidió marcharse. Después de despedirse de todos, emprendió un nuevo camino, que todos sus nuevos amigos podrían seguir, ya que Pok fue plantando cada 400 pasos una de las semillas que le habían regalado, dibujando su ruta en las paredes y escondiendo víveres y provisiones en cada cueva en la que dormía.

De este modo, cualquiera podría seguir los pasos de Pok en el futuro y tener lo necesario para poder llegar a encontrarlo.

Aunque Pok se hubiese marchado de la cueva de la tribu, cada uno de ellos sabía que el pequeño cavernícola es y sería siempre miembro de la tribu y en su corazón los guardaría a todos como sus amigos, sus compañeros… su familia.

A las clases de Educación Infantil del C.E.I.P. de Prácticas, en especial, la de 6º de Infantil.
Gracias por hacerme sentir durante un mes parte de vuestra tribu.