lunes, 31 de marzo de 2014

EL VUELO DE LA SIRENA

Cada vez que las olas rompen en las rocas, si escuchas con atención, puedes oír el nombre de una pequeña sirena...

" Soliris Elea, Soliris Elea....."

El mar la llama con cada ola, porque no puede vivir sin verla, sin notar sus brazos y su colita moverse, haciéndole cosquillas, provocando una carcajada de espuma en las crestas de cada ola. Soliris Elea adora nadar.

Al amanecer, Soli se tumba en la roca de la bahía, viendo como el sol se despereza y surca el cielo, acariciando a las nubes que, ruborizadas, se tiñen de naranja y rosa. La pequeña sirena quiere hacer lo mismo que el sol, tumbarse en las acolchadas nubes y volar por el cielo con la misma rapidez que nada por el océano.

No es que no le guste el mar, ni mucho menos, lo que pasa es que Soliris Elea quiere más, mucho más....

Decidida, la pequeña sirena le preguntaba a su mami, Irene, la reina de los mares del caribe, cada noche:

- Mami, ¿por qué no puedo volar como el sol o como los pájaros?

Irene, mientras arropa cariñosamente a la pequeña sirena con la mullida manta de algas, le responde siempre:

- ¿Quién dice que no puedes hacerlo? El día de tu cumpleaños te enseñaré cómo volar con el sol, te lo prometo.

- Pero mamiii ¡¡¡aún falta muchoooo!!! - Protestaba la sirenita.

- El tiempo pasa deprisa mi vida, no seas impaciente. Vas a ver que todas las cosas buenas de la vida siempre se hacen esperar - Respondía Irene con voz dulce y tranquila.

- Pero mamiiii... - Suplicaba Soli entre bostezos.

- Mi amor, es hora de dormir, pero vas a ver como en tus sueños, si lo deseas con fuerza, podrás  surcar los cielos como tu amigo el sol - le dice su madre con voz cariñosa mientras la pequeña va cerrando los ojos.

Los días pasaban y Soli se impacientaba. Era tal su curiosidad que se pasaba los días preguntando a todos los habitantes del mar de coral, pero ninguno de ellos sabía decirle como una pequeña sirena podía ser capaz de volar.

Le preguntaba a las joyeras de las sirenas, las ostras, pero no lo sabían y estaban muy ocupadas trabajando en una joya que tenían que entregar.
Le preguntaba a su amigo Ampo el hipocampo, pero como era joven como ella, no era capaz de darle una respuesta, aunque la entretenía a cambio enseñándola a bailar.
Le preguntaba a los jardineros del mar, las langostas y los cangrejos, pero lo único que hacían era mirarse los unos a los otros, sin dar una respuesta.
Le preguntaba al pez payaso y a la manta raya, pero cada vez que lo hacía, cada uno de ellos se escondía, el primero dentro de las anémonas y el segundo bajo el manto de arena, así que decidieron quedar cada día para jugar al escondite en el manto de coral.
Llegó a preguntarle a la cascarrabias de las rocas, Lorena la Morena, pero antes de que la pequeña sirena terminase la pregunta, Lorena la interrumpió y la echó de su casa de malos modos...

Día tras día el mismo interrogatorio a los habitantes del mar de coral, noche tras noche las mismas súplicas a su mami antes de dormir....

Hasta que llegó el tres de abril, el día del cumpleaños de Soliris Elea. Cuando la sirena empezó a abrir sus grandes ojos, notó que había algo raro.... No estaba en su cama. El sol estaba a punto de salir y la pequeña sirena se vió, por un instante, perdida, pero la voz de su madre la tranquilizó al instante.

- Buenos días Soliris, ha llegado tu cumpleaños y tal y como te he prometido, hoy vas a aprender a volar con tu amigo el sol. Este es un regalo de todos los habitantes del mar de coral. Todos, a su manera, han participado.

Las ostras, por su parte, te han hecho unas alas con hilo dorado de mejillón y polvo de perla, lo que te ayudará a que tu vuelo sea lo más largo posible. ¡Venga, póntelas! Estás preciosa...

Soliris Elea no sabía que decir...

Los cangrejos y langostas han estado cuidando el jardín de algas para que tu aterrizaje sea lo más seguro y blando posible, quitando cada una de las raíces duras y las púas. Un trabajo agotador.

La manta raya y el pez payaso han sido los encargados de ponerte en forma todos estos días, enseñándote cómo manejar tu cola y tus manos para tener equilibrio, además de darnos al resto espacio para que la sorpresa no sé echase a perder.

Lorena la Morena ha estado ocupada diseñando y preparando un banquete digno de una princesa del mar de Coral, encargando productos muy difíciles de encontrar y cocinando con mimo y esmero cada uno de ellos.

Ampo el hipocampo nos ha enseñado a todos los habitantes del mar del caribe el baile de Soliris Elea, una danza que él ha inventado y que después de tu vuelo todos bailaremos agarrados.

- Oh mami, no sé qué decir. He sido un incordio para todos y vosotros preparándome algo tan especial.

- No lo sientas mi niña, eres curiosa y despierta. Todos te queremos tal y como eres.
Y ahora dime, estás preparada para tu vuelo? El sol está a punto de salir y todos te están esperando.

Soli se incorporó y vio que todos sus amigos estaban alineados en dos filas, en línea recta.

- Lo estoy mami. ¡Vamos allá!

- Muy bien. Esto es lo que tienes que hacer. Nada tan rápido como puedas, sigue la línea que marcan tus amigos. Al final de ella te espera Elena la ballena, que te impulsará hacia el cielo.

- Lo haré mami! Seré la más rápida de los mares de coral.

La pequeña sirena sé metió en el agua de un salto, sumergiéndose para coger impulso. Empezó  a mover su cola cada vez más rápido, siguiendo la línea que marcaban sus amigos. A su paso, el mar se revolvía muerto de risa, formando olas de carcajadas cada vez más grandes, lo que provocaba que Soli fuese una estela plateada y dorada sobre el fondo azul cielo. Podía ver la boca abierta de Elena la ballena abierta esperándola, y por un segundo, dudó. Pero recordó las palabras de Irene, su mami, y nadó mucho más rápido, cerrando los ojos al entrar en la oscuridad. De repente, notó como si el viento empujase su cuerpo hacia el cielo, sintiendo la brisa fresca en sus mejillas. Abrió los ojos y solo pudo ver el sol, pero se movía, estaba volando. Miles de peces voladores la llevaban por el aire como si estuviese saltando de nube en nube, acompañando a su amigo el sol en su despertar matutino por la senda de arco iris que las gotas del mar formaban con los rayos de luz. Podía ver a sus amigos en el agua, riendo y bailando.

Pero lo que más le gustó ver es su reflejo en el mar. Ella siempre había volado, pero nunca se había dado cuenta de que su cielo era el océano, y que uno se refleja en el otro.
Volvió a cerrar los ojos, mientras caía y pensó.....

¡¡¡GRACIAS AMIGOS, GRACIAS MAMI!!! 
¡¡¡SOY LA SIRENA MÁS FELIZ DEL MUNDO!!!
¡¡¡OS QUIERO!!!



Para Soli. Este cuento no hace otra cosa que contar lo que el amor de una madre es capaz de lograr.
Para Irene. Espero haber sabido dibujar con palabras las ideas que revoloteaban en tu cabeza y en tu corazón.
Me gusta pensar que mi lápiz, en este caso, ha sido tu voz.

miércoles, 19 de marzo de 2014

LAS GALLINAS DEL PADRE DE MARÍA

En San Ciprián, todos conocen la historia de las gallinas del padre de María. Cada mañana los niños desfilan por delante de esa casa y se colocan, arremolinados junto a la verja, impacientes, con caras de curiosidad, como si el jefe de pista del Gran Circo fuese a dar paso a los leones.

Cada mañana, a las 8.35 de la mañana, siempre puntual como un reloj suizo, Pepe Rivas sale con paso firme. A cada paso que da, parece que el suelo tiembla. Mete su mano derecha en el bolsillo y saca un silbato verde pistacho brillante...

¡¡¡¡  Piiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii !!!!

En ese momento, la pequeña María sale de casa con la gaita a cuestas, con paso firme como el de su padre y se coloca enfrente del corral de las gallinas. Respira hondo, quitándose los nervios ante tanta expectación, y empieza a tocar la melodía titulada "A muiñeira militar das galiñas".

Cuando María empieza a tocar, Pepe abre las puertas del gallinero de golpe, y las gallinas empiezan a salir de cada uno de sus nidos, cuatro pasos hacia delante, todas alineadas. 
Pepe vuelve a sacar su silbato y pita dos veces seguidas, dos veces fuertes y cortas...

¡¡¡¡ Piiiiiiii !!!!! ¡¡¡¡ Piiiiiiii !!!!

Los niños y niñas, pegados a la verja roja que rodea la finca, vitorean y dan palmas...
- ¡Que salgan los gallos, que salgan los gallos!
Pepe abre las puertas traseras y de ellas salen dos gallos.
  
Como si de generales se tratasen, al son de la música, los gallos rodean el gallinero, uno por cada lado, hasta ponerse en los extremos de la fila, flanqueando a las gallinas que se mantienen inmóviles esperando que el grupo esté completo.

Pepe Rivas guarda en su bolsillo el silbato verde pistacho mientras se acerca a su hija María, que continúa tocando la gaita. 

Teresa, la madre de María, sale de casa con una pandereta, signo de que el espectáculo va a llegar a su parte más importante. Justo en el momento en el que Teresa llega a la altura de su hija y su marido, la niña acaba de tocar. Todo queda en silencio....


Kikirikiiiiiii - Cantan los gallos
Cocorocooo - Contestan las gallinas
A bailar!!! - Gritan María, Pepe y Teresa


La familia entera, con los gallos y gallinas, se convierten en una orquesta, mezclando sonidos de gaita y pandereta con cantos de los gallos y gallinas, acompañados por las palmas de los entretenidos espectadores. 
Para el deleite final del público, los gallos y las gallinas abren sus alas y las vuelven a cerrar, mientras se entrecruzan unas con otros como si fuesen bailarinas y bailarines de ballet. La danza de las aves es espectacular, una coreografía de colores, formas y texturas, como miles de abanicos animados que regalan aire fresco a los espectadores. Hay días que, sin que nadie lo haya preparado, los animales de las fincas vecinas se unen a la danza, haciéndola incluso más colorista y fastuosa, un merecido homenaje a los parientes lejanos de estos animales de granja, Los Inigualables Músicos de Bremen...

Como acto final, Pepe saca por última vez su silbato verde pistacho brillante y lo hace sonar como si un grupo de grillos estuviese avisando a la luna que el día está a punto de comenzar....

¡¡¡¡Piiiii!!!!  ¡¡¡Piriiiipiii!!  ¡¡¡Piiii!!! ¡Piiriiipiii!! ¡¡Pii Piiii!! ¡Piiiii! ¡Piripiiiiii!

Los animales, en fila, se encaminan hacia el gallinero, pasando por delante de los espectadores, despidiéndose del público presente haciendo una reverencia, encaminándose cada uno de ellos hacia su propio espacio en el corral, apurando la melodía que está a punto de terminar. 

Ninguno de ellos nunca se equivoca de sitio porque, como dice la letanía que cantan  los niños de San Ciprián en sus juegos, Pepe Rivas es un maestro como no hay otro igual.




















A María Rivas, espero que este pueda ser un buen regalo del día del padre y de cumpleaños para ti, que algún día les cuentes a tus primas Ángela y Elena este cuento, para que sepan el tío tan grande que tienen. 
La ilusión que tienes para hacer las cosas te la he "robado" para contar una historia que no hubiese existido si no me la hubieses contado.